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Llerena. Un lugar que visitar

La ciudad de Llerena se encuentra en el extremo sureste de Extremadura, en plena Campiña, bordeada al sur por Sierra Morena. Su término municipal ocupa 162,3 km2, repartido entre terrenos de campiña plenamente meseteños al noreste, con vertiente de aguas al río Guadiana, y terrenos de sierra al suroeste, con vertiente de aguas al río Guadalquivir.
Con una población estable censada en 6.000 habitantes, disfruta de buenas vías de comunicación tanto por carretera como por ferrocarril.

Historia

Llerena, obviando su posible origen musulmán, hunde sus raíces más evidentes en pleno siglo XIII tras la conquista cristiana de la baja Extremadura, liderada por la Orden de Santiago en 1241.
De hecho, se convierte en residencia habitual de sus maestres y en cabecera de la provincia santiaguista de San Marcos de León. Esta asunción de sede administrativa le otorga importantes beneficios, acrecentados con nuevas prebendas de carácter real como la concesión del mercado semanal por parte de los Reyes Católicos, la implantación de sede del Tribunal de la Inquisición a inicios del siglo XVI o su titulación como ciudad en el siglo XVII.
Al calor del peso territorial y pujanza económica, durante toda la baja Edad Media y la Edad Moderna, el caserío, protegido por una férrea muralla, ve llenarse de conventos, casas-palacio o centros administrativos y eclesiásticos, muchos de ellos conservados en la actualidad, hasta el punto de conformar uno de los más bellos conjuntos histórico-artísticos de la región (declarado como tal en 1966).
Entre sus edificios más valiosos están las iglesias de Santiago, de Ntra. Sra de la Granada y de la Concepción; el Hospital de San Juan de Dios; los conventos de Santa Clara, la Merced o Santa Isabel; los palacios de los Zapata, Maestral o Prioral; el Ayuntamiento; el recinto amurallado; y multitud de casas señoriales, algunas de ellas con singulares patios y fachadas mudéjares.

Demanda turística de Llerena

Los datos recogidos por la Oficina de Turismo de Llerena apuntan a un crecimiento sostenido del número de visitantes a la localidad.
En el ciclo anual, si exceptuamos los meses de enero y febrero, existe una temporalidad muy atenuada, con picos de turistas en agosto y marzo, seguidos de abril, mayo, junio julio, septiembre y octubre.
En esta distribución mensual de visitas influyen factores generales como las vacaciones estivales o de Semana Santa, pero también una acertada política municipal de secuenciar diversas celebraciones y eventos a lo largo del año, muchos de ellos creados en los últimos 20 años.
Coincidiendo con estos eventos, la oferta hotelera de la localidad y la comarca marcan altos picos de ocupación, con llenos significativos en los establecimientos de mayor categoría. Estos altos niveles de ocupación se dan igualmente en muchos fines de semana de mayo a septiembre.